Por Santiago E. Artus
“En Italia, en 30 años bajo los Borgia, hubo terror, guerras y matanzas. Pero surgieron Miguel Angel, Leonardo Da Vinci y el Renacimiento. En Suiza vivían en paz fraternal. 500 años de democracia y paz, ¿Y cual fue el resultado? El reloj cucú.” (Harry Lime -Orson Welles- en el “El tercer hombre” de Carol Reed, 1949). Y es en esta situación, donde desde el caos surge el orden y la belleza; esta situación donde la guerra y el horror se vuelven moneda corriente y es entonces que nace un nuevo arte, renovado, potente, y fiel a la visión propia del autor sobre la realidad que lo rodea.
Los comienzos del siglo XX cambiaron la realidad del mundo entero (aunque aquí nos importa, más que nada, el mundo del arte y más precisamente, del cine). La llegada de la primera guerra mundial generó estragos en las personas, marcó un nuevo rumbo en la humanidad y trajo censuras, tergiversaciones y cambios en el mundo del cine. Detuvo la producción artística de uno de los primeros cineastas, el padre de la ciencia ficción y la fantasía, el primer editor, guionista y escenógrafo, Georges Méliès, quien se estima produjo unos 500 films. Y así como la primera guerra mundial terminó con la actividad artística de un hombre fantástico (el cual terminó vendiendo juguetes en una estación de tren), también hundió en el horror a un país como Alemania.
Desorden moral, desempleo, inflación, hambre, locura, suicidios, violencia y prostitución fueron algunas de las condiciones que, junto a la búsqueda de un arte subjetivo, opuesto al naturalismo, impulsaron el expresionismo alemán. Sin entrar en detalle sobre la pintura expresionista, si quisiera recordar algunas de las innovaciones más valiosas de esta corriente que además se extendió a la música, la arquitectura, la literatura y al teatro. La importancia de la mirada propia del artista sobre la realidad que lo rodea, más que la realidad misma; la distorsión de las formas y colores de los elementos; la oscuridad de los personajes, o los personajes víctimas del horror, de la morbosidad y de lo demoníaco: la fealdad de la existencia; y algo fundamental para la composición cinematográfica: la manipulación precisa de la luz sobre los elementos, el claroscuro. Estos fueron algunos de los recursos y temas que trascendieron de la pintura expresionista alemana al cine alemán de estos años 20.
Esta corriente artística que con tanta fidelidad y fuerza refleja la angustia, la desesperanza y el horror alemán, sigue evolucionando hasta llegar al séptimo arte. El primer film que absorbe los logros artísticos del expresionismo y los eleva a un nuevo nivel es “Das Cabinet des Dr. Caligari” o “El gabinete del Dr. Caligari” de 1920, escrita por Hans Janowitz y Carl Mayer, dirigida por Robert Wiene, producida por Erich Pommer, con la dirección de arte de Walter Röhrig, Walter Reimann y Hermann Warm, la fotografía de Willy Hameister e interpretada por Werner Krauss, Conrad Veidt, Friedrich Feher y Lil Dagover. En un principio la historia escrita por Janowitz y Mayer trataba sobre una serie de asesinatos cometidos por un sonámbulo llamado Cesare que se da a conocer en una feria por el Dr. Caligari, quien controla a Cesare. Pero a esta historia Wiene le agregó al principio y al final ciertas escenas en un psiquiátrico donde termina por entenderse que todo fue producto de la mente de Francis, uno de los internados. Aunque el giro que le da Wiene a la historia la hace un poco más sutil, queda claro el mensaje central: el horror que puede sembrar un tirano cuando se hace con el control de las personas.
Esta corriente modificó la concepción que se tenía sobre el cine, y el escepticismo de los grandes artistas sobre que el cine pudiera llegar a tener un rol menos superficial. El expresionismo alemán elevó el séptimo arte a un nuevo nivel, por el trabajo artístico que contenía: su escenografía, el uso preciso de luces y sombras, el claroscuro, las actuaciones, las temáticas tratadas, el guion y la música. Y aunque esta corriente, junto al impulso de la UFA (industria cinematográfica fundada en 1917), la aislación del país y la prohibición del cine extranjero, lograron estabilizar la producción cinematográfica y poner a Alemania a la par de Hollywood en materia de exportación de cine, esta corriente comenzaría a perder fuerza con la llegada del cine sonoro en 1927. No obstante, a cien años desde el surgimiento de esta vanguardia, sus logros perduran en el arte cinematográfico, diluidos, pero muy presentes en el cine de terror y el cine negro, así como en directores como Alfred Hitchock, Orson Welles o Tim Burton.
Peliculas recomendadas para entender este estilo en su más íntegra esencia:
“Das Cabinet des Dr. Caligari” de 1920, cual fuera el mojón del comienzo al que le sucedieron otras películas también representativas a esta corriente como lo son “Der Golem” (1920) de Paul Wegner, “Nosferatu” (1922) y “Der Letzte Mann” (1924) ambas de F.W Murnau, o “Metrópolis” (1927) de Fritz Lang.
Especial mención si se quiere gozar de la herencia de esta corriente en un cine más cercano: Citizen Kane (1941) de Orson Welles; “The third man” (1949) de Carol Reed; “Psicosis” (1960) de Alfred Hitchcock; Blade Runner (1982) de Ridley Scott; Shadows and Fog (1991) de Woody Allen y en la mayoría de las películas de Tim Burton, como “Beetlejuice” (1988), “Batman” (1989) o “Batman Returns” (1992).
Collage y recopilación de imágenes: Santiago Echande.
Santi,es así el expresionismo en música coincide con el Dodecafonismo de Arnold Schoenberg,y otros Albang Berg,y me parece por el 1920 o 1930,en EEUU John Cage con música Aleatoria,se llamaba la corriente musical de esa época,usaba entre otros el piano preparado ponían gomitas,cartón,metales,etc entre las cuerdas del piano para lograr sonidos diferentes
Bien escrito y fundamentado artículo
Lindo artículo, Interesante descubrir en el cine de hoy vestigios del expresionismo alemán y darnos cuenta como funciona el arte en relación a lo que las sociedades viven en su tiempo.