Teatro | Crítica de “Revolución Mata Hari”

No hay espectáculo que justifique el abuso

Escrita por Santiago E. Artus 

Reseña extraída del programa “Revolución Mata Hari”:

Revolución Mata Hari se gesta el día del estreno del monólogo Mata Hari y su posterior foro de discusión. La actriz Marga Jean Baker, luego de tener el mejor de los estrenos, sorpresivamente debe conducir el foro de discusión con el objetivo de que todo salga como está planeado.

Sola y con escasas herramientas debe mantener al público interesado en saber “cómo se hizo la Mata Hari de Cordero”, a pesar de que en esos momentos empiece a percibir que muchos acontecimientos no son como realmente los recuerda.

Marga hablará de teatro y procesos creativos mientras se pregunta ¿qué pasa si nos rebelamos?

Programa «Revolución Mata Hari» – Cooperativa artística Rocanrol


Ficha técnica:

Actriz: Patricia Porzio
Dramaturgia: Ghougassian-Minetti-Porzio-Fernández
Diseño escenografía y luces: Fernando Scorsela
Diseño vestuario: Mariam Ghougassian
Ambientación sonora: Eugenia Ciomei
Entrenamiento físico y coreografías: Estefanía Assis
Dirección audiovisual: Daniel Fernández Melo
Actor audiovisual: Carlos Rompani
Diseño gráfico / Ilustración: Paola Gago
Producción: Florencia Reinaldo – Rocanrol Coop. Artística
Dirección general: Mariam Ghougassian – Diego Minetti


En una época dónde las luchas sociales y políticas se han hecho necesarias por la defensa de nuestros derechos, nos hemos dado cuenta que somos nosotros quienes debemos velar por ellos, y que ningún tratado, convención o ley va a defendernos en los lugares más personales, así como en las minorías. En este contexto es que toma lugar Revolución Mata Hari.

Esta obra alcanza el objetivo que pareciera proponerse: sensibilizar sobre las diferencias de roles y de poder en la que nos vemos sumergidos en nuestra sociedad, a través de la construcción de un lenguaje propio, de características posmodernas[1], con el distanciamiento que sugiere el metateatro y construido en base a materiales genuinos que ofrecen sus creadoras y creadores.  Atravesando un camino sinuoso pero seguro, la obra logra su cometido, en gran medida, gracias al dominio del código narrativo por parte de la dirección y a la performance de su protagonista, la cual carga con la exigencia crucial de hacer funcionar el espectáculo desde un rol tambaleante que se ubica en algún punto entre el personaje, la “actriz” que construye al personaje, y la actriz que construye a la “actriz”. Este difuso lugar liminal le exige a la protagonista una seguridad, técnica y personal, determinante para guiar al público a través de un viaje que ocurre en un terreno inusual que, sin el carisma que le transfiere al personaje y un manejo de los tiempos preciosos, le sería al espectador cuando menos, incómodo. Un código actoral y estético difícil y ruidoso, que se balancea entre lo cómico y lo bizarro, conformando estos, la punta del iceberg que anuncia lo trágico.

Todo el espectáculo está teñido con un humor que también se mueve de lo sutil hasta lo fácil y obvio, como si fueran dos caras de una moneda. El humor que va tejiendo (con el latir de una sospecha extraña) la obra en sí, no es igual al humor del que se apropia la protagonista de este monólogo. De alguna manera, conviven dos códigos humorísticos distintos, que a su vez sirven de caballos de Troya para ir introduciendo un drama mayor.

Esa trama llega a su punto de clímax cuando se termina por hacer visible la imagen del director que abusa de su posición jerárquica, colocando la calidad de su producto artístico por encima del cuidado, de la intimidad y de la salud de la actriz bajo su dirección. Se proyecta entonces una cita de Lee Strasberg que hace referencia a los padecimientos que atraviesan los actores y las actrices en el proceso creativo, pero que siempre serán justificados por la calidad final del producto.

Es así que, como espectador, uno termina envuelto en una atmósfera amarga, de la que hasta se siente cómplice por no haberla dimensionado.

El horror se justifica en pos de un arte “real”, que tenga fuerza y vigor. Aquí entonces se suma una nueva lucha a la que venía siendo la reivindicación de la mujer como víctima de desigualdades, de abusos por parte de una sociedad construida sobre bases abusivas, machistas y patriarcales. Ahora también se suma la lucha contra el abuso de poder por parte de los superiores jerárquicos.

Debemos diferenciar y denunciar cuando se utiliza el sufrimiento y el dolor como fuente creativa, con el fin único de crear autenticidad exigiendo el regodeo en ese lugar doloroso y así fomentar y aprobar la violencia y el abuso, creyendo que es necesario atravesar situaciones desagradables para crear un teatro fuerte, visceral y auténtico. Muchas veces suelen algunos refugiarse bajo la etiqueta de “pasional”, como si esto fuera un justificativo de una suerte de autenticidad y fidelidad con uno, pero no es necesario ser un inconsciente para conmover y generar un teatro auténtico.


[1] Posmoderno por como problematiza la noción de representación, la presencia antes que lo representado, el rol de la dramaturgia visual y la convergencia de distintos medios.

Fotografías: Cooperativa Artística Rocanrol 

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